Radar Político

Una reunión contra todo pronóstico.

Por Jorge Schmidt Nieto, Ph.D.

Finalmente se celebró la cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un. Trump se comprometió a garantizar la seguridad de Corea del Norte, mientras que Kim prometió desmantelar su arsenal nuclear. El acuerdo implica a corto plazo que se suspenderán los ejercicios bélicos anuales que Estados Unidos lleva a cabo con Corea del Sur y que tanto incomodan a Corea del Norte. También significa que Kim aceptará la presencia de inspectores extranjeros.

La cumbre fue un espectáculo mediático de gran magnitud. Ambos presidentes disfrutan de las ceremonias y la atención de los medios, por lo que se encontraban en su ambiente. Trump obtuvo un triunfo político importante de cara a las elecciones legislativas del próximo noviembre en las que se pronostica una victoria de la oposición política. Además, la cumbre le representa un valioso logro que podrá utilizar en su campaña de reelección del 2020 para contrarrestar las críticas de que desconoce de política internacional. Kim conquistó un éxito diplomático al obtener reconocimiento mundial, luego de padecer del desprecio de gran parte de la comunidad internacional durante todo su mandato. Para un presidente cuyo país no tiene relaciones diplomáticas con más de tres cuartas partes de las naciones del mundo, aparecer en público estrechando la mano del presidente del país más poderoso de la tierra es un cambio fundamental de imagen. La simple celebración de la reunión fue productiva para Kim, tanto a nivel exterior como nacional.

Resalta el contraste del comportamiento de Trump comparado con el que tuvo hacia sus aliados del G7 durante el fin de semana. A Kim le llamó “honesto”  y “valiente,” mientras que al Primer Ministro canadiense Justin Trudeau le llamó “deshonesto” y “débil.” Demostró con ese acto lo impredecible de su política exterior y que velará por sus intereses unilateralmente con pocas consideraciones hacia los de sus aliados. También reveló la contradicción de exigirle desnuclearización a un país fuera del marco del derecho internacional.

China, por su parte, respondió de manera práctica, sugiriendo la disminución de las sanciones económicas. Además, Xi Jingping sabe que la posible reducción de tropas estadounidenses en la península coreana adelantaría sus intereses estratégicos. El Primer Ministro japonés Shinzo Abe expresó optimismo y destacó la importancia de la eliminación del arsenal nuclear norcoreano. El Ministro de Relaciones exteriores ruso, Serguéi Lavrov respondió con cautela, indicando que esperará al cumplimiento de los acuerdos para cantar victoria. En eso tiene razón, porque la importancia de los acuerdos radica en su aplicación. Por eso el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, ofreció sus inspectores para verificar el desarme.

La historia de eventos similares pasados entre Estados Unidos y Corea del Norte demuestra que es más fácil alcanzar acuerdos que concretarlos. Desde 1992, todos los presidentes estadounidenses han acordado, a través de sus secretarios de estado, convenios parecidos. No es la primera vez que Corea del Norte promete desnuclearizarse a cambio de garantías de seguridad. Esos acuerdos también se lograron luego de acercamientos diplomáticos entre las dos Coreas. Sin embargo, en todas las ocasiones anteriores, uno de los dos países incumplió con su parte y se revertió el proceso, desembocando en renovados actos de hostilidad. Por lo tanto, el optimismo de este momento debe enmarcarse en la cautela de la experiencia. El tiempo demostrará si esta vez será diferente.

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